Seguí andando hacia el baño. Cuando ya estaba cerca de la puerta, vi, unos pies delante de mí, que también se dirigían a dentro del aseo. Unos pies, con unos zapatos, color rosa chicle, muy feos. Subí la mirada y vi, una minifalda feísima, del mismo color que los zapatos. Pensé que sería una niña de primero, porque. . . ¿Quién llevaba esa ropa al ''insti''?
Levanté la mirada asta su cara. Me quedé de piedra. Vi un perfil conocido. Al menos eso me pareció los primero dos segundos, un perfil “conocido”. Pero en seguida me di cuenta de que era como yo. Quiero decir, ¡era mi cara! Y creerme, sé reconocerla cuando la veo. Era como verme reflejada en un espejo. Fue increíble.
Cuando volví en mí, me di cuenta de que esa cara, además de ser igual que la mía, ¡tenía la misma expresión que yo en ese momento! O al menos, eso supuse. La cara de la otra chica, tenía los ojos muy abiertos, observaba algo detenidamente, algo que le asombraba mucho.
Temerosamente, giré la cabeza hacia mi izquierda, (que era donde la otra chica miraba). Y. . . ¡me encontré a mí! ¡Me vi a mí mirándome! Otra chica igual que yo.
-¡¡Aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhh!!-gritamos las dos al unísono.
-¿Quién eres? –pregunté muy asustada.
- ¿Quiénes sois? Y. . .¿qué queréis de mí? –preguntó una voz, atemorizada, a mi derecha.
Me quedé mirando al frente, viendo como, yo misma, me contemplaba. Sólo escuché silencio durante unos largos segundos. Al paso de estos, una voz muy flojita, dijo muy despacito:
-Por favor, n-no m-me hagáis da-da-año.
Me giré y vi a la primera chica de la falda rosa. Estaba pálida, temblando y con los ojos llorosos. Parecía que se fuera a desmayar en cualquier momento. Yo aun no lo entendía. Había dos personas, con mi misma cara enfrente de mí. ¿Cómo podía ser? Se me pasó de todo por la cabeza. Podían ser extraterrestres que habían adoptado una forma humana, o fantasmas que querían llevarme al otro mundo, o yo que se qué. Pero, sin embargo, ellas, parecían igual, o más, asustadas que yo. Y eso me inspiraba confianza.
De repente, como si un rayo rompiera todos mis pensamientos de golpe, recordé las palabras de Laura: “ve tú y luego te busco”.
No sabía que hacer. En dos minutos (o menos) iba a venir Laura. Y seguramente, muchas más personas pasarían por allí en breve.
-Vamos dentro. –dije por fin.
-¿Qué? Yo no voy a ninguna parte sin que me digas antes quienes sois. –dijo la chica que estaba delante de mi.
-Vale. Yo soy Cristina. Y ella no lo se.
-Pues hasta que no me lo diga, no iré.
-Yo s-soy Ca-a-rolina. –dijo aún asustada.
Me fijé en Carolina. Seguía igual de asustada que antes. Parecía muy sensible y miedica.
Vestía de una forma muy peculiar, que ya no se llevaba. Me hizo gracia porque parecía un hadita del bosque, vestida así. Su cara era igual que la mía. Eso seguía sorprendiéndome. Sólo se diferenciaba en que, ella tenía los ojos llorosos y en ese momento su cara era de color amarillo pálido. Me dio mucha tristeza verla así. Me fijé en su pelo. No era como el mío. El suyo, era muy, pero que muy rizado. Y no llevaba flequillo.
Me volví hacia la otra chica y pregunté:
-¿Y tú, como te llamas?
-Edurne. –dijo ella.
-Vamos a dentro. Allí no hay nadie. –concluí.
Una vez dentro comenzamos a hablar.
-Vamos a ver. Para empezar. . . ¿sois personas? –pregunté.
-No. Somos monstruos que venimos a comerte. –dijo Edurne en tono irónico.
Edurne tenía un carácter más fuerte. Ella no parecía tan asustada como yo y Carolina. Era decidida. Parecía bastante graciosa, aunque con un toque borde.
También era como yo, pero su pelo era liso, y llevaba el flequillo recto. Iba vestida al estilo “marinera”, que era la última tendencia de ese verano.